El naranjo encantado

 


El Naranjo Encantado

El Naranjo Encantado es un cuento popular que reposa en las memorias de algunos pobladores de Chone, luego, en momentos de tertulias el cuento es contado a los niños y los no tan niños que ávidos de conocimientos, se sumergen en el maravilloso mundo de los relatos más profundos de la provincia de Manabí.

Esta versión pertenece a la señora Manuel Olmedo.

Hace mucho tiempo atrás, en lo más alto de las montañas vivía un hombre que jineteaba un mular viejo, el hombre siempre le colocaba al animal dos alforjas grandes hechas de cabuya y mimbre. Él recolectaba frutas, cazaba pájaros y guatusos en las profundidades del monte, recorría largos territorios de selva tropical para encontrar algo con que subsistir.  Un día se topó un trecho angosto que estaba bordeado de guasmos y cañas bravas, siguió el camino con paso acelerado por varios kilómetros sin saber hacía donde le dirigía.

A mitad del camino se atravesó con un viejecito que llevaba un sombrero de alas anchas, el ancianito le preguntó hacia donde se iba tan ligero, el hombre le dijo que solo recorría monte adentro para cazar algún animal o recolectar alguna fruta, el viejo lo miró profundamente y le indicó que detuviera la marcha, y antes de que el hombre protestara, dijo con voz de advertencia,  al final del camino se encuentra un naranjo cargado con grandes y hermosas frutas,  arrugó la frente y pausadamente explicó que por ningún motivo se podía llevar las frutas del palo, el naranjo está encantado y aquel que se lleve la fruta, coma demasiado o se guarde las semillas para sembrarlas en otras partes, será maldecido de por vida.  

El hombre no prestó atención y sin decir una solo palabra siguió su camino hasta llegar al gran naranjo, en efecto era el palo más alto que había visto y tenía las naranjas más grandes y amarillas que una toronja, él quedó absorto, sacó levemente una daga de su botín de cuero y comenzó a pelar y comer las naranjas más dulces que jamás nunca había degustado. Después de empacharse agarró al mular y lo cargó hasta el tope con las naranjas, montó y tomó camino de regreso por el trecho angosto, se fue feliz porque al parecer el encanto era una mentira del viejo para hacerlo asustar, arrecostó las espuelillas en el vientre del animal y se echó a correr desenfrenadamente. Desde entonces el hombre recorre en círculo con su caballo, rodeando al naranjo sin bajarse del mular, muchos dicen que nunca pudo salir del encantó, otros dicen que se convirtió en el guardián del naranjo por su necedad. Nadie a vuelo a encontrar el camino que lleva al naranjo y tampoco han querido encontrarse con ese naranjo encantado.   

Contado por Manuel Olmedo


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