El niño del escondite



El niño del Escondite

En una noche de semana santa, los niños del barrio salieron a jugar como todos los días por los pequeños callejones empedrados y lodosos de la 30 de Marzo, en esa ocasión se reunieron sentados en un largo tronco de almendra que estaba tirado en forma de banquito frente a la casa de la señora Yolanda, el reloj  de Eliza ya marcaba las once de la noche, era muy tarde, pero los padres de los niños los dejaban jugar hasta las doce con la única condición de no salir a la calle principal, pues el barrio fue uno de los más peligrosos de Chone. En ese momento se encontraban reunidos cinco amigos, todos de una edad parecida, mientras conversaban un poco de las anécdotas escolares, la señora Yenni salió al balcón de su casa y sin meditar sus palabras gritó con voz viva, ¡niños ya entren a sus casas!, causó un susto espantoso, sin embargo, Eliza la más grande del grupo le preguntó por qué debían ir a casa. 

La señora indicó que se acercaran para narrarles una historia. Dijo que en pascua los demonios andan sueltos y que en muchas ocasiones hipnotizaban a las personas y les robaban las almas, todos se escandalizaron, pues sabían que eso era mentira, que solo lo decía para hacer asustar y dañar la noche. Después de lo sucedido se pusieron de acuerdo para jugar al escondite, Jefferson contó hasta cincuenta en el palo de mango de Tomasito y sus amigos se fueron a esconder. Él comenzó a contar, uno, dos, tres, cuatro, cinco y cuando llegó a seis sintió un ligero toque en la espalda, y a su costado apareció un niño que nunca había visto por el barrio, a pesar de que este era un barrio pequeño, el niño pidió jugar, le dijo que sí, pero que debía contar él para la próxima vuelta. El niño asentó la cabeza y no dijo ni una solo palabra, no le preguntó el nombre, pues le pareció alguien tranquilo a primera vista, además era más pequeño, tal vez tenía unos siete años. 

 

Se siguió con el conteo hasta llegar al número cincuenta, el niño se fue a esconder, sin embargo, nadie se percató del lugar donde se escondió, después de una búsqueda sin esfuerzo se encontró a Rodolfo encondido debajo del camión Ford 350 de don Homero, Jefferson siempre fue un experto buscando, casi nadie le tocaba la cancha en el escondite o como decía Eliza casi nadie le cantaba los cincuentas palitos. 

 

Jefferson contó a Rodolfo la inesperada aparición del niño raro, él dijo que lo acompañaría a buscarlo, y así fue, pero no se tardaron en encontrarlo; se escondía ingenuamente en unas matas de hierva luisa, dejando sus pies al descubierto, le pidieron que saliera porque ya lo habían visto, el niño no respondió solo dejó ver una cola entre sus pies. Horrorizados los dos niños salieron corriendo al poste de la calle, los otros niños se dieron cuenta y los siguieron alertados ante lo sucedido, después del susto llegaron a la conclusión de que se les había presentado el duende que en algunas ocasiones atemorizaba al barrio y que supuestamente decían las malas lenguas, dormía en la guardería abandonada de la calle ancha. 

Contado por Homero Solórzano

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